domingo, 28 de febrero de 2010

Séptima semana: exámenes, calificaciones...



¡Qué tal muchach@s!

Después de una breve ausencia estoy de regreso…

Nos disponemos a empezar la séptima semana del semestre. En clase vamos a continuar con los temas 2 y 3 (vectores y movimiento en dos dimensiones). Recuperaremos algunas de las clases perdidas. Ya hablé con los maestros de laboratorio. Vamos a tener clase en esas horas, cada quien el día que le toca.

Bueno, hoy voy a calificar el primer examen para entregárselos en la semana.

Esto ha hecho que piense bastante en el acto de calificar y en las calificaciones. Les comparto algunas reflexiones.

En verdad que se me hace difícil poner calificaciones. ¡Me parece algo tan subjetivo!

Quisiera se inventara una regla para ponerla enseguida del cerebro de cada quien y saber inmediatamente la calificación que sacaron: 100, 90, 80… Pero no. Tengo que hacer alguna otra cosa para calificar.


Y siempre que se hace un examen, uno piensa: ¿estaré evaluando realmente lo que enseñé? ¿Las preguntas corresponderán a lo que se vio en clase y/o a lo que captaron los alumnos? Esto es difícil saberlo…

De igual manera uno se pregunta si un examen escrito es la mejor manera de saber “cuánto aprendieron”.

¿En realidad no hay otras maneras de evaluar? ¿Y si algún(a) alumno(a) sabía mucho, pero justo no sabía una o dos de las preguntas del examen (sólo eso no sabía…)? ¿Y si alguien se pone tan nervioso que no puede demostrar lo que sabe? ¿Y si alguien está pasando por un mal momento y hace un mal examen por esa situación?

¡Son tantos factores los que pueden influir en la calificación del examen!

Igual, cuando el maestro califica, ¿qué tal si no entendió el trabajo del estudiante? ¿Se requiere ser estricto con los resultados o hay que ser medio flexible y considerar el procedimiento también?

Todo esto hace que la calificación sea un tanto subjetiva y simbólica. Si alguien saca 50 no necesariamente significa esto que no sabe “Mecánica y Fluidos”. Igual, quien saca 100 no necesariamente domina el tema… Así que no hay que creerse mucho las calificaciones.

Sin embargo, creo que si es necesario buscar tener un buen promedio. Finalmente, las calificaciones son su carta de presentación ante alguien que no los conoce.

Piensen en el momento de solicitar un trabajo. Si quien los va a contratar tiene que escoger entre dos candidatos con EXACTAMENTE los mismos méritos, EXCEPTO las calificaciones: ¿A quien escoge, al de promedio de 80 o al de 100? (Todo lo demás es igual). Pues es muy probable que se escoja al de promedio de 100. Eso parece un tanto lógico.

Igual, si ustedes quieren continuar sus estudios y obtener una beca para una maestría o un doctorado (¡les recomiendo esto último! Y planéenlo desde ya…), si quieren obtener beca, normalmente se pide un promedio mínimo de 80. Pero obviamente, mientras más alto el promedio, mejor.



Por cierto, ya que estamos en esto de las becas, quiero decirles que es bastante fácil conseguir una beca para realizar estudios de postgrado, ya sea de maestría o doctorado, en México o en el extranjero.

De hecho, les sugiero visiten la página del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Ahí podrán encontrar muchas ofertas de becas y se van a ir familiarizando con los requisitos. La dirección es (pongo un vínculo también en la parte superior izquierda):

www.conacyt.mx

Los requisitos más fuertes son: promedio mínimo de 80 (aunque mientras más alto, mejor), así como dominio del inglés (para cualquier lugar a donde quieran ir) más dominio del idioma del país que escojan.

En la página de Conacyt, vean la sección de Convocatorias abiertas (está muy visible a la derecha de la página de inicio). Verán que en este momento hay muchas convocatorias abiertas. Está la del gobierno francés; está la del alemán (DAAD); y hay una para hacer estudios en el extranjero, además de otras.

Muchach@s: ¡es fácil obtener becas! Y de hecho, nosotros las pagamos, pues salen de nuestros impuestos. Así que aprovechen. De hecho, gente que evalúa esos programas me ha dicho que algunas de esas becas, sobre todo las internacionales, se desperdician por falta de candidatos. ¡En serio! ¿Cómo ven esto?



Si se lo proponen, lo pueden conseguir. Sólo tienen que tener un promedio alto, y dominar idiomas. Métanse al inglés con seriedad y dedicación.

Planeen su vida desde ahora. ¿Qué quieren hacer en cinco, diez, quince años? Están jóvenes y tienen muchas posibilidades. Tienen tiempo y energía. Tal vez sólo les falta un poco de conocimiento y de visión. Nosotros tal vez les podemos ayudar con esto último.

Y recuerden que, como dijo el poeta: cada quien puede ser el arquitecto de su propio destino…

lunes, 8 de febrero de 2010

Semana 4: ¡examen!



¡Qué tal muchach@s!

Empezamos la semana cuatro de los cursos. Y ahora ya podemos pensar en el primer examen. Espero ya estén listos. El tema es movimiento rectilíneo uniforme (velocidad constante y aceleración constante).

Bueno, aunque aún no lo anuncio en la página del curso, creo que me veré obligado a posponer los exámenes. Así, para los del grupo 1, en vez de ser el miércoles 10, será el miércoles 17. Para los del grupo 2, en vez de ponerlo el jueves 11, lo pondré el martes 16. Ojalá no haya confusiones.

Esta semana también leí Nature y Science. Hubo algunos artículos que me gustaron, pero les quiero platicar de otra cosa que igualmente me impresionó.

Se trata de un tema conocido, pero que no deja de ser impactante y triste.

Leí en una revista regional un artículo sobre la situación de campesinos que laboran en el Valle de San Quintín, en Baja California.

Muchos de ellos son migrantes. Son indígenas pobres que vienen de Oaxaca o de otras regiones del país donde hay menos oportunidades de trabajo.



Pero vienen a los campos agrícolas del norte de México y viven y trabajan en condiciones muy difíciles, inhumanas e injustas. Y todo por recibir un salario miserable.

Me impactó muchísimo lo poco que les pagan. Decían que por una cubeta con 10 kilos de tomate, les pagan un poquito más de un peso. (¡un peso!). Centavos más, centavos menos, pero aproximadamente un peso (puede ser 1.20). Por recoger diez kilos de tomate. Entonces, estos señores, señoras, niños, niñas y jóvenes, se tienen que pasar todo el día recogiendo tomate para ganar unos cien pesos. Cien pesos, que todo mundo sabemos no alcanza para mucho.



¿No es injusto el mundo?

Y bueno, a nosotros nos enseñaban en los libros de historia (no se si a ustedes les siguieron enseñando eso) que la revolución mexicana empezó, entre otros factores, por las malas condiciones en que estaban trabajadores y campesinos.

¡Pero esas condiciones siguen existiendo!

Por ejemplo, las llamadas “tiendas de raya”. Son tiendas que los hacendados tenían para que ahí los campesinos gastaran su dinero. Les vendían comida y algunos productos que necesitaban. Así, el dinero seguía quedando en las manos del hacendado… pues bueno, eso sigue ocurriendo con los campesinos actualmente. Esas tiendas existen en San Quintín y en otras partes.

Eso pasa y muchas cosas más. Definitivamente los explotan. Y no solo en ese lugar, sino en otras partes del país y del mundo.

¿Y nosotros qué?

Bueno, estrictamente eso no corresponde a nuestra materia, ni tampoco al campo de trabajo del QB o del Físico.

Pero pienso que no podemos permanecer insensibles al mundo. Estoy seguro que muchos de ustedes, como muchos de nosotros, se dan cuenta de las injusticias. Y estoy absolutamente seguro que muchos de ustedes quisieran que el mundo fuera mejor, más justo.

Por ello pienso que no hay que perder la sensibilidad ante las injusticias. Pienso que en algún momento la vida nos va a dar la oportunidad de contribuir a cambiar las cosas. Y pienso que debemos estar listos para ese momento. Al menos no perdamos la sensibilidad…

Igual, algún día algunos de ustedes tendrán su propia empresa. Y espero que piensen mucho en no ser injustos con las condiciones de trabajo y los salarios. (Otros, estoy seguro, sufrirán en carne propia las malas condiciones de trabajo…).

Pero espero que algún día, todos podamos gozar en libertad e igualdad las cosas que nos gustan, aunque a veces sean un poco insignificantes.



¿Qué necesitaremos para cambiar el mundo?

miércoles, 3 de febrero de 2010

Howard Zinn


Muchach@s:

Este es un artículo que apareció ayer en el diario La Jornada. Me parece importante que lo lean, a manera de cultura general. Ojalá alguno de ustedes lea más sobre Howard Zinn o sobre historia. Ojalá leyeran sus libros.

Por cierto, les recomiendo leer el periódico La Jornada. Pongo una liga en el blog.

Howard Zinn, el escritor

Luis Hernández Navarro

En febrero de 2003 se conmemoró, en la ciudad de Nueva York, la venta del primer millón de ejemplares del libro La otra historia de los Estados Unidos, publicado originalmente en 1980. Fue un homenaje a muchas voces en el que su autor, Howard Zinn, acompañado por escritores como Alice Walker y Kurt Vonnegut, recorrieron momentos claves de ese país leyendo textos sobre diversos personajes, unos famosos y otros casi desconocidos, que han hecho la historia de Estados Unidos.

La celebridad del libro tomó por sorpresa a su autor. No es común que un texto de historia alcance un éxito de ventas como el que ha tenido La otra historia de los Estados Unidos. Menos aún si se trata de una obra heterodoxa, crítica, opuesta a la historiografía oficial.

El libro nada contra la corriente. Como señala Zinn: “Mi punto de vista, al contar la historia de Estados Unidos, es diferente: no debemos aceptar la memoria de los estados como cosa propia. Las naciones no son comunidades y nunca lo fueron. La historia de cualquier país, si se presenta como si fuera la de una familia, disimula terribles conflictos de intereses (algo explosivo, casi siempre reprimido) entre conquistadores y conquistados, amos y esclavos, capitalistas y trabajadores, dominadores y dominados por razones de raza y sexo. Y en un mundo de conflictos, en un mundo de víctimas y verdugos, la tarea de la gente pensante debe ser –como sugirió Albert Camus– no situarse en el bando de los verdugos”.

Howard Zinn hizo de la historia una herramienta fundamental para la transformación social. Convencido de que el futuro de su país estaba estrechamente ligado a la comprensión de su pasado, consideraba que la escritura de la historia no era un acto neutral. Así, vio en ella un instrumento para facilitar el despertar "una gran conciencia de la injusticia racial, del prejuicio sexual, de la desigualdad de clases, y del hibris nacional". Buscó siempre mostrar la resistencia de los ciudadanos al poder, la lucha por mejorar su nivel de vida y por hacer posible otro mundo.

Los héroes de los escritos de Zinn son personajes atípicos, invisibles para la historia oficial: granjeros, trabajadores que hacen huelgas, estudiantes que se oponen a la guerra, afroestadunidenses que luchan por los derechos civiles, indígenas que reivindican sus territorios.

Howard Zinn nació en 1922 en el seno de una familia de obreros industriales inmigrantes judíos en Brooklyn. Creció en una vivienda sin agua caliente, infestada de cucarachas y sin libros. Desde los 18 años trabajó en un astillero construyendo buques de guerra y botes de desembarco. A los 21 se alistó en la Fuerza Aérea. Al terminar la guerra se ocupó de cargador en un galpón. Obtuvo su doctorado en historia en la Universidad Columbia a los 36 años de edad.

Profesor universitario, activista por los derechos civiles, anarquista y socialista democrático, antimperialista, historiador crítico, pacifista, dramaturgo, Zinn fue, junto con Noam Chomsky y Edward Said, uno de los más grandes intelectuales públicos de izquierda en Estados Unidos. En varias ocasiones fue arrestado por practicar la desobediencia civil. Se hizo profesor por una razón muy sencilla: "quería cambiar el mundo". Su labor desbordó, con mucho, los muros de la academia. Su palabra (hablada y escrita) fue uno de los referentes fundamentales en muchos de los movimientos sociales progresistas en el país del Tío Sam.

Su refugio juvenil fue una biblioteca del este de Nueva York que le "abrió los ojos y la mente". La lectura de Charles Dickens, de Las uvas de la ira, de John Steinbeck, y de la novela Boston (sobre el caso Sacco y Vanzetti), escrita por Upton Sinclair, cambió su vida. Años más tarde, La otra historia de los Estados Unidos haría lo mismo con muchas otras personas.

Su pacifismo le nació de la vida misma. A finales de julio de 1945 voló de regreso a Estados Unidos. La guerra en Europa había concluido. Frente a un puesto de periódicos en la estación de autobuses leyó la cabeza a cuatro columnas de un diario que decía: "Lanzada, una bomba atómica sobre Hiroshima". No sabía qué era una bomba atómica, pero se puso contento. El fin de la guerra estaba cerca y no tendría que ir a pelear a Asia.

La lectura de Hirosima le hizo comenzar a cuestionar el bombardeo nuclear a Japón. Su autor, John Hersey, contó la dramática historia de los supervivientes del ataque, después de viajar a esa ciudad y entrevistar a sus pobladores. Como piloto de un bombardero en Europa, Zinn había lanzado, desde 10 mil metros de altura, centenares de bombas, pero no había visto a sus víctimas ni escuchado sus gritos. La lectura de Hersey le permitió comprenderlo todo y provocó que cambiaran drásticamente sus ideas sobre la guerra. Se convirtió entonces en un activo antibelicista.

Zinn creyó que la humanidad necesita de una sociedad en que la actividad económica no esté basada en las ganancias empresariales, sino en el bienestar de las personas, en la seguridad social, en la creación de empleos, en el cuidado de los niños. Creyó en una economía en la que la riqueza esté distribuida equitativamente, en una sociedad pacífica, que dedique sus recursos a la ayuda de la gente en el campo y en todo el mundo. Creyó en un mundo en el que la guerra no sea el instrumento para resolver disputas, en el que se borren las fronteras nacionales, para la libre circulación de personas y cosas. No creía en visas ni en cuotas de inmigración ni en patriotismos.

Sus dos mejores amigos, Joe y Ed, pilotos de avión como él, perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial. Durante años soñó con ellos. "Dos hombres caminaban delante de mí en la calle. Se daban la vuelta y eran Joe y Ed", escribió.

Zinn siempre consideró que les debía algo a ellos porque él tuvo suerte y ellos no. Por ello dedicó el resto de sus días a luchar por el nuevo mundo que la guerra les había prometía. Por eso insistió en la esperanza. El pasado 27 de enero, mientras nadaba, se fue a alcanzarlos.